Los cactos siempre tendrán espinas

“No hay nostalgia en mis textos: hay memoria. La nostalgia es la disneylización del pasado y yo siempre trato de verlo desde un ángulo crítico”, #JoseEmilioPacheco.

Yo crecí con él y sus cuentos aún sin que mi padre supiera que tenía un libro de él, simplemente un día buscando (por no decir que estando de metiche en el librero de mi padre) encontré lo que era un libro de pocas páginas y sin ilustraciones como me gustaban y ahí apareció esa primer línea que encontré al abrir el libro al azar:

…lo único singular en éste tren es que nunca regresa. Y cuando lo hace, los niños son ya adultos y están llenos de miedo y resentimiento.

Será porque era una niña, será porque apenas comenzaba eso de leer y luego dormir, será porque admiraba a mi padre que tanto me decía de libro y libros que había leído en el círculo de lectura que Viento Distante fue lo primero que leí de ti.

Luego lo volví a encontrar en la secundaria y sus novelas las leía casi como rituales en las tardes…, teníamos computadora en la casa pero no internet y lo poco que podía hacer en ella era usar el paint creyendo que era una gran dibujante, pero no tenía mucho dinero para comprar tus libros, sin embargo esperaba con ansias que llegara mi cumpleaños para que me regalaran algún libro y tenía la gran esperanza de que en algún momento vería tu nombre en la portada de alguno de ellos, pero no sucedió tan rápidamente.

Posteriormente en la prepa por un ensayo entorno a tu obra supe que lo mio no era precisamente la medicina y fue justo cuando mi maestra de literatura, la cual era demasiado guapa y casi sigilosamente su hijo nos confesó que ella había sido teibolera para pagar su universidad y dedicarse a las letras, nos dejó leer uno de tus cuentos. Pensé y analicé cada una de tus líneas. Escribí un ensayo y no supe como titularlo y en ese entonces un amigo me había regalado un cacto y supe en ese entonces que serían mis plantas favoritas… al diablo los girasoles que tanto estaban de moda y que incluso rechacé de una amiga, los cactos siempre tendrían espinas pero no dejarían de ser lindas plantas, con flores caprichosas y hermosas cuando se deciden a salir. Ahí, justo al momento de leer mi ensayo supe que no iría a la famosa área 2, que la medicina para mi sería un hobby y no una pasión, eso y justo cuando iba a escribir mi área en el servicio académico, volteé a ver la fila nula del área 4, el área de los valientes porque «te mueres de hambre» y «sólo es para pachecos» sería la mía. No sé cómo, pero creo que es la decisión más acertada de toda mi vida.

Más tarde en la universidad el prefacio de mi tesis, TU ya lo había escrito con un poema. Tuve un novio que un día me preguntó si ya había leído Las Batallas… le mentí, dije que no, aunque fuera todo lo contrario. Me sabía cada una de las frases, pero  no quise decepcionarlo. Luego en un panteón me pidió ser su novia, me entusiasmé porque todas las veces que me lo han pedido, jamás había sido en un lugar como ese y me imagine en uno de tus tantos cuentos, aunque la realidad es que ésta era más verdad que lo demás. Mi universidad fue ideal, tenía lo que quería y me sentía dueña del mundo, no obstante, apenas en ese momento conocí tu poesía y una frase me inspiró:

«las nubes duran porque se deshacen…»

Hace apenas unos días escribí nuevamente esa frase, primero me pareció irónico que se la escribiera a mi pareja, luego, en la noche, cuando fui a dormir, ese mismo día que supe por él que tu ya nos habías abandonado, entendí que la frase no era una parte de ti, sino de mi. Entendí que la proporción de los días no se asimilan con los procesos de la naturaleza, que podía seguir trabajando, soñando, fotografiando, creyendo y escribiendo mientras existiera oxígeno en esta tierra. Pero nuevamente, tu ya lo habías escrito unos años antes y yo apenas, humilde ante tu tinta, apenas lo entendía.

«en un mundo erizado de prisiones

sólo las nubes arden siempre libres

No tienen amo, no obedecen órdenes,

inventan formas, las asumen todas»

Aquellas vez que tuve que leer el prefacio de mi tesis de licenciatura, recuerdo que se me cortó la voz, y no por la nostalgia de acabar un periodo de formación, sino porque justo el poema que escribí para iniciar era ese, ahí entendía que la foto y el diseño serían mi vida y el arte mi pasión. Quería ser libre… soy libre.

No te puedo decir lo feliz que fue para mi verte en Bellas Artes y que autografiaras mi libro. Miles de veces a mis amigos extranjeros les recomendé tu lectura… pero una vez, unas de esas que no sabes que hacer, que ni las palabras son suficientes, tuve que regalar ese libro, ahí, con tu puño y letra mi nombre se fue con un amigo, con un confidente que a los pocos días murió su padre y me escribió:

si no fuera por JEP y por tu libro… odiaría México, pero mi padre al irse escuchó Viento Distante y supe que se había ido en paz.

Y así, podría decirte y enumerarle las veces que estuviste en mi vida y tu sin saberlo. Lloré el día que te despediste, quería recordar con firmeza cada una de las veces que tu apareciste en mi vida con un poema, con un cuento, con una reflexión… no era yo una erudita en tu prosa, pero si era yo una fiel lectora de tus cosas.

A una semana de tu muerte, me llegó un correo, me avisaron que fui seleccionada en la Bienal de Arte & Diseño de la UNAM… Lo mejor de todo, es que es con unas fotos de Nubes y no precisamente de los gases petrificados en el aire, sino con las convergencia entre tus textos de Viento Distante y Los No Lugares de Marc Augé.

Murió José Emilio, calló la noche.

Descansa en Paz. Hay legados que sencillamente no necesitan mayor presentación.

montaje habitableg

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